viernes, 30 de mayo de 2008

Atención: no para en Lima

Hoy me ocurrió lo que siempre temí.
Bajé rápido las escaleras, estaba en zapatillas, lo que agilizó mi corrida maratonística, la tarjeta anduvo bien. "Pi Pi Pi". Su saldo: $9.50. Paso el molinete y el coche me esperaba con las puertas abiertas. Me hago la canchera, no me gusta parecer que estoy desesperada por subirme como los "animales" de Miserere. Así que empiezo a caminar esperando que arranque y me deje ahí, como Penélope, esperando el próximo tren. Pero no. Seguía ahí, inmovil. ¿Tendré tiempo de subir? ¿Llego o no llego? Estoy llegando muy tarde al trabajo, listo, me subo! Y sí, tomé impulso y subí los pocos centímetros que separan el anden del coche. Puuummm! arrancá, me subí en el aire! Las puertas se cerraron justo tras de mi cuerpecito!
Qué suerte la mía! Los otros pasajeros me miran como diciendo, "zafaste pero estás loca".